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domingo, 21 de junio de 2009

La vieja encina del llano

Allí sobre las dehesas brindan su generosa sombra al caminante
La encina es el árbol característico de la tierra extremeña. Desde que era un niño he corrido y he jugado entre las encinas de mí tierra. Todavía hoy, cuando voy hacia Serradilla, mí pueblo, siento una intensa emoción cuando al pasar los límites entre Toledo y Cáceres, empiezan a llenar el espacio con sus inmensas ramas y sus generosas sombras. Cuantas siestas bajo ellas, y cuantas historias de los viejos pastores, vaqueros y gañanes no habré escuchado.
Serradilla está muy cerca del Parque Nacional de Monfragüe, o mejor dicho, Serradilla tiene en su término municipal la mitad o mas de las hectáreas de dicho parque. Sin embargo, no se porqué, se la ignora, se le niega insistentemente eso que le corresponde. No hay en ninguno de los pueblos que conforman la estructura del parque, no hay ninguno, repito con mas rutas turísticas y unas vistas como las que se pueden contemplar desde lo alto de nuestra sierra.
Cualquiera que desee acceder a estas rutas, tiene en Serradilla gente que les asesore, les guíe y les enseñe todo cuanto de maravilloso tiene este precioso pueblo.
Bueno, pero yo hoy quería referirme a las encinas, puesto que mi poesía está dedicada a este legendario árbol. Lo otro, si algun@ de los que me lea va por allí alguna vez y quiere venir a contarnos en este blog su experiencia, se lo agradeceré de corazón.
Y ahora os dejo con el poema.
La vieja encina del llano
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Mirad. Mirad aquella vieja encina
que extiende generosa sobre el llano
sus brazos gigantescos.
Que parece que dice susurrando
cuando la mueve el viento...
¡venid bajo mis ramas!... ¡acercaros!
¿No es verdad que esa encina
de retorcidas ramas y arbolado
frondoso, es un oasis
bajo el sol del verano?
Me dijeron siendo un niño todavía
que la plantó mí padre con sus manos
a un lado del camino.
Pequeña rama a la que fue regando
con gran amor, para que poco a poco
hundiera sus raíces en el llano;
yo la he visto crecer impetuosa
a lo largo de todos estos años
y a su sombra escuché
fantásticas historias y relatos
de labios de los viejos campesinos
que bajo aquella encina descansaron
al abrigo amoroso de sus ramas
en los días ardientes del verano.
Ha crecido conmigo.
Reflejo de mis años son sus años.
Ella ha visto callada y silenciosa
los sueños que de niño me animaron
y entre sus ramas escondió un buen día
el humo silencioso de un cigarro...
el primero a escondidas de mi padre...
un placer presentido y no encontrado.
A su sombra lloré
cuando un día lejano... muy lejano,
me quedé sin mí padre,
y fue su sombra a modo de regazo
que me acogió cual madre cariñosa
acoge al hijo y consuela su llanto.
Ella fue en la llanura
la cariñosa mano
que se tendía amiga
y llenaba de paz nuestro descanso
y de agradable y dulce somnolencia
los días calurosos del verano.
La que animó a mis hijos
bajo su sombra a dar el primer paso.
Ojalá que algún día
cuando pasen los años,
los hijos de los hijos de mis hijos,
aprendieran a dar su primer paso
bajo la encina generosa y grande
que plantara mí padre sobre el llano.
Otros la llamarán Quercus No se Cuantos pero para mí seguirá siendo siempre la vieja encina del llano.